Lama tiene 16 años, viene de Gambia. Cuando contó su historia (noviembre de 2016) vivía en Siracusa, Sicilia, Italia.
A los catorce años era carpintero. Nunca fui a la escuela. Vivía en un pueblo grande con mi abuela. Mi padre vive pero mi madre no. Ella murió cuando yo tenía cinco. Sólo tengo una hermana. Mi padre me mandó a vivir con mi abuela porque tenía tres esposas, mi madre fue la tercera y cuando ella murió las otras no quisieron hacerse cargo de mí. Es por eso que nunca he ido a la escuela. Él tuvo muchos hijos. La familia se la pasaba peleando todo el tiempo.
Mi padre era taxista desde que yo era pequeño, ahora no trabaja. Nos visita cada dos semanas. Mi abuela compra papas y pescado y lo vende. Algunas veces ayudaba o jugaba fútbol con mis amigos. Yo quería ir a la escuela. Mis amigos iban y me enseñaban inglés. Yo iba a una escuela árabe de educación religiosa todos los días, por unas tres horas. Allí aprendí sobre religión y el Corán, trataron de enseñarme a leer pero no pude aprender. Ellos me enseñaron cómo ser bueno, cómo ser mejor hombre. Muchos de mis amigos son cristianos, pero podemos orar juntos, no hay problema.
Mi abuela amaba cuidarme. Ella siempre me apoyaba, discutíamos y había malos entendidos, pero nunca me golpeó. Si alguien trataba de hacerme daño, ella me defendía. Me divertí algunas veces, como cuando había una ceremonia o si alguien tenía un hijo y había fiesta. Nunca celebré mi cumpleaños. Nunca, nunca. En nuestro país la gente pobre como nosotros no tiene tiempo. Todo el tiempo estamos pensando cómo sobreviviremos…
Cuando tenía catorce conseguí trabajo como carpintero. Mi abuela encontró al carpintero. Había nueve o diez de nosotros, trabajábamos de 7 de la mañana a las 6 de la tarde. Era un buen jefe, me agradaba, me enseñó sobre muebles. No nos pagaba pero nos daba desayuno y comida. Era un buen hombre. Trabajé ahí como dos años. Dejé el trabajo porque eso no me permitía sobrevivir ni cuidar a mi hermana y a mi abuela. Mi abuela siempre me decía:
…Ahora tienes que planear un buen futuro y hacer algo que te dé para una vida mejor.
Vi que alguna gente se iba a Italia y, justo ahora, en Gambia lo están haciendo. Tienen una casa grande y tienen sus buenos carros. Algunas personas abrieron una gran carpintería o compraron un carro para transportar gente.
También necesito paz. En Gambia no tenemos derechos porque el gobierno es un asco. Soy mandinga (Mandinka). El presidente es jola (Jola) y los mandingas y los jolas no se llevan bien. Así que es difícil para los mandingas encontrar trabajo en Gambia. Por eso digo que necesito que haya paz, para que pueda mantener mi familia.
Yo quería venir a Italia para aprender en la escuela y tener una vida mejor y ganar dinero para alimentar a mi hermana y a mi abuela. Pero escuchaba a la gente diciendo: que los niños viajan en malas condiciones y la gente está muriendo. Pero no pienso en eso. Siempre pienso en Dios. Sé que él da la vida y la quita, así que lo que va a pasar va a pasar.
Tenía un poco de dinero de los muebles que hice, cerca de 1000 a 2000 dalasis. Mali no está lejos, así que tomé un autobús a Bamako. No se lo dije a mi abuela porque no me hubiera dejado ir. Ni a mi hermana, por lo mismo. Durante dos semanas dormí en la estación de autobús. Después conseguí un poco de trabajo con un hombre de Senegal, empujando una carretilla con ladrillos. Hice eso dos semanas y gané un poco de dinero. Entonces tomé el autobús para Gao. Pero Gao es un lugar peligroso. Está en Mali, pero ellos quieren su independiencia.
Le hablé por teléfono a mi abuela desde Gao. Ella empezó a llorar. Estaba muy preocupada y se puso contenta al saber de mí. Me pidió que volviera, pero le dije que no porque ya había empezado mi viaje. Me dijo que rezaría por mí.
Conseguí trabajo con el mismo árabe de antes y me quedé tres semanas. Otro árabe me vio orando en la Mezquita el viernes y me preguntó: De dónde eres?
Dije: Gambia.
…¿A dónde vas?
…Argelia (Algeria), pero no tengo dinero, estoy trabajando para poder moverme.
…Yo tengo carro y voy a Argelia mañana,
…Pero no tengo dinero.
Y él dijo: ven y duerme aquí. No le creía, pero empaqué y fui a la casa de ese hombre árabe y me dijo: duerme ahí hasta la mañana. Pero tú sabes que los árabes son peligrosos para la gente negra y ese hombre no me dio confianza. Pero me quedé porque lo que va a pasar va a pasar. Sólo me encomiendo a Dios. En la mañana me despertó y me llevó al carro. No estaba mintiendo. Me llevó con un hombre y le dijo:
…Lleva a este chico a Argelia y dále de desayunar, comer y cenar y cuando lleguen a Argelia dále 2000 dinares.
Él es un hombre bueno. Pensé que era malo, pero es bueno. Llegamos a Argelia y el conductor me dio 2000 dinares. Trabajé en Tamanrasset un mes y una semana. Trabajé como carpintero y el hombre me pagaba cada tres semanas, 3000 dinares. Pero no pude quedarme en Argelia. Son árabes y a nosotros nos tratan muy mal, aunque a mí nunca me trataron mal.
Entonces me moví a la frontera y me quedé como por tres semanas, utilizando el tiempo para saber cómo llegar a Libia. Conseguí información sobre cómo llegar a Trípoli. Caminamos en el desierto. Te toma un día y una noche. Pagas alrededor de 10,000 dinares. Hay como 30 personas, así que es un buen negocio.
Trípoli fue malo para mí. Estuve en un campo ahí, hecho por los que preparan los botes. Ellos no quieren que la policía lo sepa. Es igual a una casa, hay mucha gente durmiendo en el piso. Estuve un mes ahí. Trabajé afuera, en la fábrica de Pepsi, ayudando a los choferes en las puertas de entrada. De ese modo, conseguimos un poco de dinero, a veces nos pagaban 10 dinares, a veces 15, pero no alcanzaba para comer. Sólo lo guardábamos para el bote. Y lo compartíamos, hice muchos amigos ahí. Nos tomó un mes ganar el dinero suficiente, algunas personas debían pagar 800, otras 900 dinares. Africanos y árabes trabajaban juntos en los botes y le supliqué a un africano, le dije: éste es todo el dinero que tengo y él dijo: si tienes 500 te ayudo. Mi dinero no llegaba a los 500, eran sólo 250, pero aún así él me ayudó.
Algunas personas están en los botes por obligación; gente secuestrada, si están en esa situación es porque han sido obligados. Incluso yo no quería subirme al bote, porque cuando estaba en Gambia escuché que mucha gente moría, así que ese día cuando vi el bote y vi el mar empecé a llorar. Estaba muy asustado. En el bote había más de 100 y yo sentado en medio de ellos. No sabía nadar y no tenía chaleco salvavidas. Era sólo un niño. Todo lo que tengo es una hermana y una abuela y si muero ellas no sabrán de mí, y recé y recé. Sólo fue un día, once horas, de la una de la mañana hasta la medianoche. El bote italiano nos recogió. Lloré cuando vi el bote.
En Italia, nos juntaron a los jóvenes, éramos unos veinte. Después, nos pusieron en un campamento con más de 100. La policía está ahí. Estuvimos un mes en ese campamento de rescate. Nos dieron comida tres veces al día y dormimos en literas. Nos tomaron las huellas y nos dieron un papel para poder salir. Después de un mes, me movieron a la comunidad. Estuve ahí cinco meses. Está bien. Hay cinco gambianos y dos bengalíes. Nos dan 40 euros cada mes. Compramos ropa y zapatos por nuestra cuenta. Me dieron esta chaqueta. Vamos dos veces a la escuela a aprender italiano. Me gusta jugar “Bar Footie” y me gustaría aprender a boxear. Algunas veces salimos, salgo a pasear con mis amigos, charlamos y pasamos el rato. Un día hubo un festejo y todos bailamos. Estuve muy contento. Me gusta aquí. Quiero regresar a Gambia. Ese es mi hogar. Pero antes, ¡quiero aprender! Quiero aprender más, quiero ser carpintero. Quiero quedarme aquí. Le hablo a mi abuela cada semana por teléfono. Ella se pone muy feliz y mi hermana también.